La concentración solemne de bombos y tambores, siguiendo la tradición que rinde homenaje a su fundador, Nicolas, supone un aliciente especial para la Semana Santa, uno de los actos más esperados y deseados por quienes comparten su estancia en el pueblo, bajo la mirada de muchos espectadores que hacían círculos concéntricos o disfrutaban el espectáculo desde las terrazas de los bares, hasta que en la Lonja sonaron los últimos redobles.
Caída la noche, la procesión del Silencio recorrió con fervor las calles del casco histórico y ascendieron hasta la iglesia de Santa María la Mayor donde el párroco celebro una eucaristía. Los tambores acompañaron a la procesión, cuando finalizo, el restaurante Matarraña ofreció a los participantes un tentempié para recargar fuerzas antes del redoble final en la lonja de la Plaza Mayor.
Cuando los tambores y las oraciones callaron, se encendieron las luces en la carpa montada para acoger la fiesta más joven y loca de La Fresneda organizada por Interpeñas: la Santa Farra. Este año se ha utilizado una carpa colocada en las inmediaciones de la Nave Vivero y el encargado de mantener el ambiente de marcha y diversión hasta el amanecer fue el DJ Kevin Manero, que no decepcionó a nadie.
No se había acabado todavía la música cuando ya los efectivos más madrugadores de la organización de la Feria de Antigüedades empezaron a colocar los puestos de los primeros participantes.
Estas son las imágenes que nos dejó el contraste de una fiesta que se debate entre el fervor religioso y los actos más lúdicos.
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